No vivamos de apariencia
La apariencia es una cosa, lo que se es, es otra. No es fácil conocer a las personas. La persona no es la fachada que aparece. Cada uno es lo que es por dentro (Mt. 15, 19).
La fachada suele ser, la mayoría de las veces, una imagen que no corresponde a la realidad. Fijarnos solo en lo externo de la persona nos puede llevar a desconocer y falsificar lo que el otro es.
Con Jesús se equivocaron también sus paisanos; lo conocían solo por la fachada: “Es el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago…” (Mc. 6, 3).