ANTONIO PARRA SANZ Lunes, 26 julio 2021, 00:16
Si Martita no hubiera salido corriendo así, quizá todo hubiera seguido como estaba, pero los críos no suelen llevarse bien con el destino, sobre todo si éste se esconde en un rincón que a ellos les resulte familiar.
Esa tarde yo estaba ya pensando en cerrar la jornada, Lucas Belmonte había llegado a casa sin más incidencia y todo parecía tan anodino como en los días anteriores. Mi clienta, Adriana Varela, tendría que seguir enterrando las sospechas sobre un marido que, más allá de llevar y recoger a Martita, no había dado un paso en falso en los pocos días que llevaba tras sus pasos.