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No son buenos tiempos para los defensores de derechos humanos del mundo. Lo sucedido en Venezuela a Javier Tarazona, el valiente director de la ONG FundaRedes, es una prueba incontestable de que el régimen de Maduro –como el de Ortega en Nicaragua– sigue graduando de enemigos y de delincuentes a quienes osen hacerle oposición: el viernes pasado, cuando Tarazona se atrevió a denunciar ante el Ministerio Público la persecución y el acoso de funcionarios “sin identificar”, fue acusado de “promoción del odio, terrorismo y traición a la patria” y enviado a prisión, con un par de compañeros, por orden del juzgado tercero de Caracas.