Durante dos años, Ángel Robles recorrió cada rincón de Bizkaia para inmortalizar frente a su objetivo las costumbres de la población gitana. Bolueta, Zorroza, Trápaga, Ortuella, Sestao. «Conocía todos los núcleos donde habitaban y acampaban. Sabía dónde estaba cada chabola. Lo conocía todo», nos cuenta este vizcaíno. Se metió en sus casas, se empapó de su cultura. Llegó a tener con ellos una relación cordial y era bien recibido, sobre todo, entre las mujeres. Sin embargo, sus visitas no estuvieron exentas de algún que otro percance. «Han llegado a sacarme un cuchillo y unas tijeras. Cuando había un momento tenso me marchaba tranquilamente y no pasaba nada. Tengo anécdotas como para escribir un libro», nos cuenta. Por aquel entonces, Ángel tenía poco más de 20 años y fue uno de sus primeros trabajos como fotógrafo. Ni él mismo podría haber imaginado que aquel joven de espíritu aventurero