orlandogil@claro.net.do/@orlandogildice La experiencia de la escogencia del Defensor del Pueblo enseña de muchas maneras, y a veces se aprende más en la vida que en los manuales. La población se dio cuenta -- una vez más -- que, si se ocupa de sus asuntos, y no solo delega, el Estado responde a sus expectativas. El gobierno administra el Estado, pero no es el Estado, que tiene otros poderes igualmente importantes y decisivos. Los partidos, con tropezones, deben levantar los pies. Asumir la política con un criterio más abierto e inteligente. No todo se puede negociar, no todo principio puede burlarse, ni en cada hoyo que se cava, enterrar. Adjurar de sí mismo no aprovecha, sino que provoca situaciones que después se lamentan. Ese ánimo de buscar independencia, y no entereza, no siempre resulta positivo. La independencia dura un día, el de la elección. No es que los escogidos se comporten de forma perversa en el desempeño de sus funciones, sino que los partidos corresponden a su naturaleza. Si no descubren dependencia, la inventan, y en no inventarla va su perdición. La historia tiene de malo que no reniega. Reniegan los hombres, los protagonistas, nunca la historia. Nadie acusó a Henry Merán de ser político. Simplemente era político y de militancia conocida. No había forma de ocultar un hecho tan visible.