E scribir triste tiene consecuencias. Sin saber cómo de repente empiezas a dejar caer algunos pensamientos, se hacen nubes y de ellos llueven mundos que no estaban previstos. De fondo siempre suena música de jardín que no es más que el verbo inquieto de unos niños lejanos, mariposas que conjugan el verbo jugar. Pero no sé muy bien por qué me salen al escribir tantas tristezas. ¡De qué profundo desván se descuelgan!