El cuerpo de la niña, de seis años, estaba
en el interior de una bolsa de neopreno de deporte amarrada a un ancla en el fondo del océano, a más de 1.000 metros de profundidad y a tres millas del puerto de Güimar.
Los restos mortales fueron trasladados a tierra para ser llevados al Instituto Anatómico Forense de Santa Cruz de Tenerife donde
se identificaron a través de las pruebas de las huellas dactilares, que coincidían con la base de datos del Documento Nacional de Identidad.
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Cuando encontramos el cuerpo de Olivia a muchos se nos saltaron las lágrimas y eso que no vimos los restos porque estaba en una bolsa. No paramos de dar vueltas a la cabeza y no comimos porque no estamos acostumbrados a estas cosas", relataba para el Faro de Vigo uno de los miembros de la tripulación.