Las redes sociales se han convertido en las grandes censoras de la modernidad, pero a veces sin aplicar un justificado rigor para ello. Ponen en marcha una serie de directivas —algunas de manera automática y en otras ocasiones por denuncias de los usuarios— para eliminar o censurar aquellos contenidos que se consideren ofensivos, lascivos o inciten al odio u otras prácticas calificadas como dañinas.