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La situación creada en Cuba a partir del pasado 11 de julio nos interpela en varios sentidos a quienes luchamos por una sociedad sin explotación de clases ni opresión alguna. Para quienes aspiramos a construir el “reino de la libertad” con personas libres e iguales en armonía con la naturaleza. En suma, el comunismo, el horizonte emancipador capaz de concretar la esperanza de los pueblos y las gentes.
Ello nos exige debatir sobre la mejor defensa (y desarrollo) de las conquistas sociales existentes en un país postcapitalista como Cuba frente al asedio imperialista. Lo que nos obliga a abordar las estrategias para cortocircuitar los planes restauracionistas del capital, sea de origen cubano o internacional, aprendiendo de los procesos de reversión capitalista de otras experiencias. Cuestión que nos conduce a imaginar el escenario político, o, mejor dicho, el diseño de la arquitectura político-institucional al servicio de los objetivos expuestos. Ninguno de los tres elementos puede tratarse aisladamente al margen de los otros y en estas líneas solo pueden esbozarse.